Aprendiendo a gestionar la ira


La ira. Un volcán en erupción.
Para los adultos, la ira es una de las emociones más difíciles de mirar y sostener en nuestros hijos. La rabia, el enfado, la ira... son emociones calificadas de negativas o no deseables. Con este concepto hemos crecido nosotros y esto es lo que les trasladamos. Sin embargo éstas son igual de válidas que cualquier otra emoción. ¿Por qué entonces no se normaliza?

En un contexto social, que nuestro/a hijo/a grite, diga una palabrota o lance una patada o manotazo, no está "bien visto", lo identificamos con malcriados, rebeldes, padres permisivos, falta de límites... Y se acaba reprimiendo al menor desde el autoritarismo. A veces con una mirada, con palabras o cualquier otra acción con la intención de gestionar este enfado (castigo, silla de pensar, entre otras.)

Cuando un niño está alegre, no se reprime. Se le deja en su sentir, conectado a su emoción. Y a su alrededor, hay un clima relajado. Sin embargo, cuando un niño se enoja, el ambiente se tensa y la gestión que hacemos los adultos de esta situación, no ayuda al menor a entender qué le pasa o cómo puede expresarlo sin que se le desconecte de su sentir en ese momento.

En casa, tratamos con esta emoción con cierta frecuencia (más de la que a veces puedo sostener, desde la sinceridad). Martín tiene momentos de ira cuando vuelve del colegio, cuando no quiere vestirse para salir a la calle... y en definitiva con todo aquello que no le permite hacer lo que en ese momento desea, ¿os suena?

Desde hace bastante tiempo, tenemos un cojín mullido que golpea (golpeamos) cuando identificamos esa emoción. Hay una premisa, un límite establecido: los golpes sólo pueden ir al cojín. Con ello pretendo que descargue su ira, su rabia y su enfado sin hacer daño a las personas que estamos a su alrededor. Cada golpe se acompaña de frases que ayudan a expresar lo que tiene dentro (¡qué coraje que tenga que dejar de jugar para bañarme!). 
Es una descarga física, corporal. A veces acaba en risas (por la cantidad de cosas que se nos ocurren decir) y otras, en llanto (consecuencia de su frustración, cansancio, sueño, hambre, etc). Pero el proceso, le libera porque se le ha facilitado la manera de soltar el enfado, de hablarlo y de entender que esto que le pasa, es normal y comprensible por nosotros (sus figuras de referencia). 

Pero desde hace un tiempo, observo que esta manera de gestionar la emoción no es bien acogida por él. No participa de igual manera e incluso a veces, se niega. Acudimos ya pocas veces a esta herramienta. Entiendo que no es lo que él necesita en este momento de su crecimiento.

Y de repente, este sábado me encuentro frente a este libro en una librería local. ¡Y me lo llevé a casa!

Él sabe identificar la ira en sí mismo y en los que estamos a su alrededor. Pero con este libro, ha aprendido a situar en su cuerpo la ira, dónde la siente físicamente y cómo (caliente, en ebullición). Y proporciona una herramienta fundamental para volver a la calma, la respiración

En el libro, es una hada la encargada de revelar el secreto. Así que he creado nuestra particular hadita que nos acompañará en la cama mientras leemos. Nuestros ratillos de risas hemos echado practicando la respiración, imaginando el viaje que hace el aire desde la nariz hasta el estómago y observando el movimiento de nuestro cuerpo. Ya nos hemos acordado de ella en algún momento de ira y puesto en práctica.